Por: Karen Molina
Recuerdo que cuando era niña, yo hacía muchas cosas de niño. A veces pensaba que era más sencillo ser hombre que mujer. Pues ellos tienen todo para ser libres y ellas, a ellas todo se les dicen que no pueden…
Mi infancia fue una mezcla de ser niña y niño, mientras las niñas jugaban a la ser madres, yo jugaba a la escuelita. Mientras muchas de las niñas que conocía cuidaban su aspecto, de no rasparse o ensuciarse, yo jugaba futbol, me ensuciaba y hasta ahora tengo las marcas de esas batallas pamboleras.
Mi vida como niña no había sido fácil, la mayoría de mis amigos eran varones, entonces cuando organizaban pijamadas, o excursiones no me era permitido ir con ellos porque era la única niña de la pandilla y las niñas no podían salir con los niños. A mí siempre me dijeron que no podía estar entre amigos varones porque una de dos o me veían como una machorra o peor aún como una puta. No podía decir groserías, porque una mujer se ve mal diciéndolas. No podía ser yo quién iniciará una relación porque quizás parecería una urgida. Y entre tantos no podía, creí que lo peor que me había pasado en la vida era haber sido mujer.
Pero los años pasan y las personas cambian. Mi vida como mujer no ha sido tormentosa, ni tampoco miserable. Ser mujer hasta ahora sigue siendo una tarea difícil pero a la vez aventurosa….Pasar de los no podías a ser una mujer libre, no es una tarea simple. Aunque no me quejo, no me lamento. Soy mujer ¿y qué? Ya no importa esperar cada mes la menstruación, ya no importa que tu mamá te diga que tienes que estudiar para no depender de nadie y no para ser profesional.
Y una vez superado esas ideas femeninas llegó el tema del feminismo en unas notas de periódico. El término no me quedaba claro, es más escuchar a una mujer decir soy feminista, se me hacía ingenuo y farsante. No es que las odiará, más bien creo que muchas quiénes se decían feministas me confundían. Ya fuera porque quiénes se decían feministas cantaban canciones de despecho y superioridad femenina como las de Paquita la del Barrio, Lupita D´lesio o Jeny Rivera y al día siguiente como un acto inconsciente estaban lavando el piso, haciendo de comer o atendiendo al marido, olvidando aquellas palabras un tanto tontas como ¡Porque soy mujer!. Porque quiénes se decían más que un hombre, terminaban siendo las primeras en poner en su palabra NO PUEDES HACER tal cosa porque eres una mujercita y debes ser decente. Porque entre más negaban el machismo, ellas mismas se los inculcaban a sus hijos e hijas.
Y en fin ese era mi concepto de feminista. La línea delgada que separa el machismo, la ideología de superioridad femenina y el feminismo es una mezcolanza que termina por determinar ciertas conductas como aceptadas y no aceptadas. Ejemplo de ello, es cuando se habla de una mujer que realiza profesiones que se creían exclusivas para hombres Abogada, piloto de avión, taxista, doctora, ingeniera todas ellas son vistas como mujeres extraodinarias, aunque lo cierto es que ellas no tendrían que verse de ese modo. No tendrían que ser mujeres extraodinarias sino mujeres que han logrado desvanecer los tabués que no permitían estar en esas profesiones. Tampoco es justo que ellas sean quiénes tienen menos salario por ser mujeres. No tendrían más bien no tendríamos que ser acosadas sexualmente.
¿Por qué es tan difícil entender que el feminismo no es superioridad del sexo que se creyó débil? Entre tanto andar y ambular por los conceptos que me permitieran despejar la palabra feminismo. Tuve que viajar a los años 60´s, cuando el movimiento comenzó a ser más fuerte…
Las mujeres de esa época pensaron en la equidad, en el respeto a sus derechos humanos, en la necesidad de ejercerse laboralmente y la exigencia de ya no ser estereotipadas y enjauladas en los roles construidos socialmente a las que las habían condenado. Pensaron en una idea hasta hoy utópica en la que hombres y mujeres fueran respetados de igual manera, creyeron que la vida podría ser más fácil y libre. Soñaron y siguen luchando por el día en que la mujer no se siga viendo como un objeto.
No hay que dramatizar, es cierto, pero la equidad de género sigue siendo una utopía entre hombres y mujeres. La cultura patriarcal en la que seguimos viviendo no ayuda a las nuevas generaciones. Si una mujer y un hombre deciden cambiar sus roles estereotipados, terminan por ser discriminados y etiquetados. Si una mujer decide no casarse o no tener hijos es mal visto. Si hombre decide ser quien cuide de los hijos y ser quién haga las labores domésticas es un mandilón, gay o huevón, alguien que no es capaz de “ser hombre”. Hay que darnos cuenta que ser hombre y ser mujer, poder hacer las mismas labores, aún es una tarea difícil, es un tabú, una situación social que aún no nos deja vivir como humanos.
Determinar género o sexo, significa dividir. Sí, es verdad que sexualmente somos distintos, pero ¿Por qué socialmente tiene que ser igual de distinto? Feminismo significa no ser superiores, no ser mujeres extraodinarias por ser labores similares al de los hombres, no significa victimizarnos una vez más…Significa compromiso, respeto, responsabilidad y tolerancia para ejercer nuestros derechos no de la mujer, sino nuestros derechos como humanos. Feminismo es un modo de vida que invita a hombres y a mujeres a adelgazar la línea que divide nuestros roles sociales, a responder ante una injusticia y a comprender que una mujer merece el respeto de un hombre, pero también un hombre merece el respeto de una mujer.
El feminismo llegó a mi vida, pero no me siento feminista, aunque como díria Leía Guerrero soy una militante irrenuciable. Despejar este concepto me costó tener que viajar a mi pasado, tenerles que contar algo de mí. Quizás hoy que tengo retos y proyectos por comenzar, quizás podré decir SI PUEDO en vez de NO PUEDES. Y ¿por qué no? querer ser mujer y no un hombre.